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La continuación de Burguillos Viajero

martes, 21 de septiembre de 2010

117. SEVILLA** (XX), capital: 27 de febrero de 2006

122. SEVILLA, capital. Retablo Mayor de la Iglesia de Santa Ana.

123. SEVILLA, capital. Cristo del Buen Viaje de la Capilla Bautismal de la Iglesia de Santa Ana.

124. SEVILLA, capital. Retablo de la Capilla Sacramental de la Iglesia de Santa Ana.

125. SEVILLA, capital. Custodia Procesional de la Iglesia de Santa Ana.

126. SEVILLA, capital. Divina Pastora de la Iglesia de Santa Ana.

127. SEVILLA, capital. Virgen de la Rosa de la Iglesia de Santa Ana.

128. SEVILLA, capital. Inmaculada Concepción de la Iglesia de Santa Ana.

129. SEVILLA, capital. Madre de Dios del Rosario de la Iglesia de Santa Ana.

130. SEVILLA, capital. Niño Jesús de la Iglesia de Santa Ana.

131. SEVILLA, capital. Nuestra Señora del Carmen de la Iglesia de Santa Ana.

132. SEVILLA, capital. Organista del Coro de la Iglesia de Santa Ana.

133. SEVILLA, capital. Grupo de la Piedad de la Iglesia de Santa Ana.

134. SEVILLA, capital. San Joaquín de la Iglesia de Santa Ana.

135. SEVILLA, capital. Imagen de San Juan Evangelista de la Iglesia de Santa Ana.

136. SEVILLA, capital. Grupo de Santa Ana y la Virgen de la Iglesia de Santa Ana.

137. SEVILLA, capital. Dolorosa de la Iglesia de Santa Ana.

138. SEVILLA, capital. Virgen de la Victoria, de la Iglesia de Santa Ana.

SEVILLA** (XX), capital de la provincia y de la comunidad: 27 de febrero de 2006.
   La iglesia de Santa Ana es la más antigua del barrio de Triana y una de las más antiguas de Sevilla, situada en la plaza del mismo nombre, un rincón trianero sumamente agradable, presidido por un gran ficus benjamín y sombreado de naranjos.El templo data de 1280 y lo ordenó levantar Alfonso X. Es gótico, de sabor cisterciense, construido casi en su totalidad en ladrillo macizo, prueba de la influencia mudéjar, aunque ha sufrido diversas intervenciones, siendo las más importantes la realizada tras el terremoto de 1755 y la que, en fechas cercanas, la despojó de los adornos barrocos, devolviéndole su aspecto original. La conocida como Catedral de Triana, tiene una bella torre que se divisa desde la lejanía, incluso desde el otro lado del río. Consta de un primer cuerpo mudéjar de base cuadrada, en el que se ven, aunque ciegas, las características ventanas islámicas de arcos polilobulados, y otros dos rematados por un afilado chapitel barroco que ejercen de campanarios, muy adornados de azulejos y con numerosos pináculos sobre las balaustradas. De sus puertas, la mejor conservada es la de la nave del evangelio, que sirve actualmente de acceso. Consiste en un arco ojival abocinado, con dientes de sierra y puntas de diamante en las dos últimas arquivoltas, que apoya en una serie de columnas cuyos bien trabajados capiteles forman una imposta, todo ello abrazado por dos baquetones que descansan sobre otras dos columnas adosadas al muro. Por encima, figura una decoración geométrica que llega hasta una fila de dieciséis cabezas de león que, en su día, sostuvieron un tejaroz, hoy desaparecido.
   La iglesia tiene tres naves con bóvedas de aristas, tres capillas de base poligonal en la cabecera, coro a partir del tercer tramo de la nave central y diferentes capillas laterales. Su aspecto es sereno y misterioso a la vez, apenumbrado y melancólico.
   Entre las muchas obras que atesora, destaca sobremanera el retablo del altar mayor. Es de estilo plateresco y se compone de banco, tres cuerpos divididos en siete calles y ático. En el camarín central figuran las imágenes de vestir de Santa Ana y de la Virgen, del siglo XIII. Tanto la arquitectura como el resto de las imágenes son obra de Nicolás Jurate y de Nufro de Ortega. Pero lo mejor de todo es el conjunto de quince tablas distribuidas por los distintos huecos pintadas por Pedro de Campaña, sin duda uno de los mejores conjuntos del manierismo español, a través del cual se cuenta la vida de los padres de la Virgen.
   Gran interés tiene también la capilla bautismal, situada en la cabecera de la nave derecha, presidida por un impresionante Crucificado sobre fondo rojo y adornada con pinturas murales realizadas por Domingo Martínez en 1740. En el muro del evangelio se sitúa la capilla sacramental, en cuyo retablo aparece una Inmaculada del siglo XVII atribuida a Luisa Roldán, la Roldana. En el trascoro se encuentra la Virgen de la Rosa, una preciosa tabla pintada por Alejo Fernández en el primer tercio del siglo XVI.
   En el muro lateral de la nave de la epístola hay una primera capilla con un retablo del último decenio del siglo XVII atribuido a Simón de Pineda. La siguiente guarda una imagen de la Virgen de la Victoria, de finales del siglo XVI, ante la cual, estando aún en el convento de los Remedios, del que procede, se postraron en acción de gracias los supervivientes de la expedición que dio la vuelta al mundo comandada por Juan Sebastián Elcano, tras desembarcar en el entonces llamado puerto de las Mulas. A continuación, en el muro, aparece el políptico de la Inmaculada y, debajo, la lauda sepulcral de Íñigo López, un panel de azulejos de 1,43 x 0,71 m. de preciosa policromía, un tanto tenebrosa y desgastada en algunos puntos, en el que se ve la figura yacente de un doncel vestido a la manera del siglo XVI, realizado en 1503 por el italiano Francisco Niculoso Pisano.
   De las diversas historias y leyendas relacionadas con este templo, hay una que se refiere a este sepulcro. Se cuenta que el tal Íñigo López era un joven negro de hermosa planta, esclavo de un noble sevillano por quien fue asesinado tras negarse a mantener con él la relación carnal que el noble le exigía. Debió ser el mismo noble el que amañó el entierro en la parroquia. En cualquier caso, éste se celebró secretamente o, al menos, el ataúd permaneció oculto tras uno de los altares del templo, hasta que siglos más tarde fue descubierto gracias a la visión de un viejo alfarero del barrio. La aparición en tales condiciones, junto con la propalación de la historia, se tuvo por milagrosa y al muerto, claro está, por milagrero, hasta el punto de que entre las mocitas del barrio se difundió la creencia de que si golpeaban repetidamente el sepulcro con el pie el negrito mártir les conseguiría un rápido y ventajoso matrimonio. Se dice que el desgaste y los desperfectos que muestran los azulejos se deben exclusivamente a este rito, aunque hace mucho que no se practica.

Enlace a la Entrada anterior de Sevilla**:
114. SEVILLA** (XIX), capital: 5 de febrero de 2006.

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