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sábado, 3 de noviembre de 2012

431. MONASTERIO DE SANTA MARÍA DE MORERUELA* - Granja de Moreruela (I), Zamora: 18 de septiembre de 2007.

1. MONASTERIO DE SANTA MARÍA DE  MORERUELA - Granja de Moreruela, Zamora. Restos de la igl. del mon. 

2. MONASTERIO DE SANTA MARÍA DE MORERUELA - Granja de Moreruela, Zamora. Ábside desde el interior de la igl. del mon..

3. MONASTERIO DE SANTA MARÍA DE MORERUELA - Granja de Moreruela, Zamora. Cabecera de la igl. del mon. desde el exterior.

MONASTERIO DE SANTA MARÍA DE MORERUELA* - Granja de Moreruela (I), provincia de Zamora: 18 de septiembre de 2007.
   Las solitarias y casi abandonadas ruinas de Moreruela, de las más impresionantes entre las románicas que se mantienen en pie en España, son un aldabonazo en la conciencia, cuando menos cultural, de cada visitante.
   Desde Granja de Moreruela, un desvío perfectamente señalizado, a la derecha de la carretera, permite llegar a las ruinas del monasterio de Santa María de Moreruela*, situadas en un apacible, solitario y a veces pantanoso paraje (el Esla está muy cerca), en el interior de una finca particular. En septiembre de 1993 la Junta de Castilla y León expropió las ruinas con el proyecto de restaurarlas.
   Este antiguo monasterio cisterciense, refundado en el siglo XII a partir de uno de los centros conventuales que los santos Froila y Atila crearon en la zona de Tábara en tiempos de Alfonso II (finales del siglo IX), fue uno de los más destacados focos medievales del Císter en España, y se mantuvo vigente hasta que la Desamortización de Mendizábal forzó su abandono y aceleró su destrucción. Pese a todo, la contemplación de sus ruinas, inmersas en una agradable vegetación y pacíficamente habitada por cigüeñas y otras aves, es una experiencia del todo recomendable que, además, todavía permite valorar la importancia artística de la obra.
   La iglesia, cuya construcción data de finales del siglo XII y primer tercio del siglo XIII, sigue el modelo del Cluny, mezclando lo románico y lo gótico con sobriedad en la decoración. Tan sólo en el muro meridional, recorrido por contrafuertes y con sencillas ventanas en sus diversos tramos, se conserva casi en su totalidad, coronado por una arquería de ladrillo y mampostería de factura posterior (siglo XV). Se conservan también el alto lienzo del brazo meridional del crucero, en el que se abre un gran rosetón abocinado, y fragmentos abovedados del lado septentrional coronados por una espadaña más tardía.
   Pero lo realmente extraordinario de lo que queda en pie, digno de una detenida contemplación tanto en su interior como en su exterior, es la cabecera**, formada por una armónica superposición de tres niveles: el primero está compuesto por siete pequeños ábsides con planta de herradura, el segundo por la girola poligonal que rodea el ábside central y se cierra con ojivas, mientras que el tercero se corresponde con el gran ábside de la Capilla Mayor, alzada interiormente sobre ocho poderosas columnas en semicírculo que sustentan arcos apuntados, sobre los cuales se abren esbeltos ventanales y, más arriba, se eleva una bóveda de cañón.
   Paseando o casi escalando entre las ruinas, al norte de la iglesia pueden verse también restos de las dependencias monacales, tales como un ala del claustro, que fue remodelado en el siglo XVII, la sacristía, la sala capitular con ventanales cegados, una fuente con escalera de acceso y, algo más apartada, una estancia rectangular dividida en seis tramos abovedados por dos gruesos pilares cruciformes con columnas adosadas, y que algunos identifican con el refectorio y otros con la sala de trabajo de los monjes. Llaman poderosamente la atención, a lo largo de todo el recorrido, las numerosas y multiformes marcas de canteros incisas en las piedras.

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