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domingo, 5 de junio de 2011

246. OVIEDO** (IV), Asturias: 29 de junio de 2006

44. OVIEDO, Asturias. Interior de la igl. de San Julián de los Prados.

45. OVIEDO, Asturias. Exterior del ábside de la Igl. de San Julián de los Prados.

46. OVIEDO, Asturias. Exterior de la Igl. de San Julián de los Prados.

47. OVIEDO, Asturias. Fachada de la Igl. de San Julián de los Prados.

48. OVIEDO, Asturias. Vista frontal de la Foncalada.

49. OVIEDO, Asturias. Inscripción de la Foncalada.

50. OVIEDO, Asturias. Otra vista de la Foncalada.

51. OVIEDO, Asturias. Relieve del interior de Sta. Mª del Naranco.


52. OVIEDO, Asturias. Altar de uno de los porches de Sta. Mª del Naranco.

53. OVIEDO, Asturias. Interior de la nave del piso superior de Sta. Mª del Naranco.

54. OVIEDO, Asturias. Capitel del interior de Sta. Mª del Naranco.

55. OVIEDO, Asturias. Medallón del interior de Sta. Mª del Naranco.

56. OVIEDO, Asturias. Contrafuertes del exterior de Sta. Mª del Naranco.

57. OVIEDO, Asturias. Nave del piso inferior de Sta. Mª del Naranco.

58. OVIEDO, Asturias. Acceso al baño del piso inferior de Sta. Mª del Naranco.

59. OVIEDO, Asturias. Exterior de Sta. Mª del Naranco.

60. OVIEDO, Asturias. Exterior de la Igl. de San Miguel de Lillo.

61. OVIEDO, Asturias. Fachada de la Igl. de San Miguel de Lillo.

62. OVIEDO, Asturias. Ventana de la Igl. de San Miguel de Lillo.

63. OVIEDO, Asturias. Otra ventana de la Igl. de San Miguel de Lillo.

64. OVIEDO, Asturias. Ábside exterior de la Igl. de San Miguel de Lillo.

65. OVIEDO, Asturias. Vista del estadio Nuevo Carlos Tartiere desde el monte Naranco.

66. OVIEDO, Asturias. Exterior de Sta. Mª del Naranco.

67. OVIEDO, Asturias. Otra visión del exterior de Sta. Mª del Naranco.

68. OVIEDO, Asturias. Otra vista más del exterior de Sta. Mª del Naranco.

69. OVIEDO, Asturias. La típica ventana trífora del prerrománico asturiano de Sta. Mª del Naranco.

70. OVIEDO, Asturias. Sta. Mª del Naranco.

OVIEDO** (IV), capital de la provincia y de la comunidad: 29 de junio de 2006.
El prerrománico
   Oviedo cuenta con monumentos prerrománicos representativos de los tres períodos. El primer período, correspondiente al reinado de Alfonso II el Casto (791-842), lo conocemos por los restos de San Tirso y por la Cámara Santa. Pero su obra cumbre es San Julián de los Prados*, en la parte baja de la ciudad, al noroeste. La mezcla de elementos romanos y visigodos le confieren un carácter muy original. Conserva gran parte de su extraordinaria decoración, al temple sobre estuco (la llave está en la casa rectoral, próxima a la iglesia. Y una curiosidad, probablemente es el templo que más tiempo lleva celebrando culto ininterrumpidamente en España, puesto que en él ha habido misas desde su fundación, sin que lo afectaran avatares bélicos).
   El segundo período, correspondiente al reinado de Ramiro I (842-850), el ramirense, es el más sorprendente. Santa María del Naranco** (o palacio de Ramiro I, pues tal fue su función original) y San Miguel de Lillo* están a sólo 3 km del centro urbano, en las faldas del monte Naranco.
La joya del ramirense. ¿Cómo pudo florecer bajo el reinado de Ramiro I un arte tan refinado y original como el que atestiguan los edificios y la orfebrería subsistentes? La base anterior, puesta por Alfonso II, e inspirada en el arte visigótico, la posible pervivencia en Asturias de canteros romanos, la influencia de algún maestro longobardo, las relaciones con la corte carolingia ... Al margen de todas las conjeturas, una cosa es segura: en las faldas del monte Naranco, mirando a Oviedo, hay dos edificios singulares, pertenecientes a ese prerrománico asturiano que la Unesco declaró patrimonio de la humanidad, y uno de ellos -Santa María- es, sin duda, una obra maestra de la arquitectura universal.
   Mientras la iglesia de San Miguel es resultado de innumerables añadidos y reformas (el propio Ramiro se sirvió de un edificio anterior, y luego, hacia el siglo XIV, sufrió un derrumbe, con lo que sólo se ha conservado la tercera parte del edificio original), Santa María, por el contrario, es un edificio completo, y admirablemente conservado. Originalmente destinado a palacio (se piensa que, más que palacio-vivienda, era sala de recepciones, administración de justicia, etc.), tiene dos plantas. La inferior recuerda la cripta de la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo, y en un lateral puede verse un baño que ya citan -como gran lujo que era- antiguas crónicas. La superior es una gran sala rectangular tres veces más larga que ancha, y en cuyos extremos oriental y occidental se abren sendos miradores con vanos en arcos de gran peralte, que se apoyan sobre columnas sogueadas (en los capiteles alternan motivos clásicos con otros en los que se detectan influencias orientales, también presentes en los medallones de las paredes, tanto exteriores como interiores).
   El encanto de estos miradores, que llenan de luz y ligereza el espacio, la elegancia y la perfección de las proporciones, que renueva, una vez dentro el visitante, la impresión que producía el edificio desde fuera, todos los elementos y su airosa conjunción, en definitiva, nos hacen sentir la huella de una mano maestra, que no por anónima deja de ser personal. Y atención a la arquería ciega peraltada que recorre los laterales, aligerando y reforzando a un tiempo las estructuras, y a la bóveda de medio cañón (en vez de la cubierta de madera, propia del prerrománico alfonsino) reforzada por arcos perpiaños en el interior y contrafuertes en el exterior: estamos ante una solución arquitectónica que se adelanta en más de dos siglos al románico.
   Del tercer período, correspondiente al reinado de Alfonso III el Magno (866-910), no hay en Oviedo iglesia ni palacio alguno, sino una obra que de hecho es la única construcción de utilidad pública que se conoce de la España cristiana de la Alta Edad Media: la Foncalada es una fuente del siglo IX que antaño quedaba extramuros de la ciudad, y hoy está rodeada de edificios tan modernos como vulgares. Conmueve por su sencillez y solidez. Sobre el arco de medio punto figuran la cruz y la inscripción que caracterizan a las obras de Alfonso el Magno: Hoc signo tuetur pius, hoc signo vincitur inimicus (este signo protege al piadoso, este signo vence al enemigo).

Enlace a la Entrada anterior de Oviedo**:
241. OVIEDO** (III), Asturias: 28 de junio de 2006.

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