1. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Plaza del Obradoiro.
2. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Fachada de San Xerome.
3. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Detalle del Santiago peregrino en la jamba de San Xerome.
4. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Fachada del Pazo de Raxoi.
5. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Fachada del Hospital Real.
6. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Portada del Hospital Real.
7. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Detalle del interior del Hospital Real.
8. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Igl. de la Angustia de Abajo.
9. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Fachada occidental de la catedral en la plaza del Obradoiro.
10. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Salón de banquetes del palacio de Gelmírez.
11. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Túnel de palacio.
12. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Portada de la Catedral de la plaza de la Acibechería.
13. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Fachada del Mon. de San Martín Pinario.
14. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Vista de la Catedral desde la plaza de la Acibechería.
15. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Portada del Mon. de San Martín Pinario.
16. SANTIAGO DE COMPOSTELA. La Coruña. La Torre Berenguela de la Catedral desde la plaza de la Quintana.
17. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Puerta Santa o de los Perdones de la Catedral.
18. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Fachada de la Casa da Parra.
19. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Muro de San Paio.
20. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Fachada de la Casa de la Conga.
21. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Portada de la plaza de las Platerías de la Catedral.
22. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Uno de los tímpanos de la portada de la plaza de las Platerías de la Catedral.
23. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Detalle del Rey David en las jambas de la portada de la plaza de las Platerías de la Catedral.
24. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Concha arquitectónica y crestería calada de la plaza de las Platerías.
25. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Torre del Tesoro de la Catedral.
26. SANTIAGO DE COMPOSTELA, La Coruña. Casa del Cabildo y Fuente de los Caballos de la plaza de las Platerías.
SANTIAGO DE COMPOSTELA** (I), provincia de La Coruña y capital de la comunidad: 15 de septiembre de 2007.
La ciudad del Apóstol se lo debe todo a las peregrinaciones, y es en el presente una joya monumental declarada por la Unesco, al igual que su camino jacobeo, Patrimonio de la Humanidad. Lejos de dormirse en los laureles, su permanente proceso de modernización, potenciado con los distintos Xacobeos, la convierte en una población respetuosa con la historia y de nuevo abierta a Europa.
Santiago, como Venecia, se merece más que esas visitas "a la japonesa" que programan algunas agencias turísticas. La Catedral, las plazas de los alrededores y las rúas paralelas son su principal atractivo, pero quedarse en esto supone sacrificar una ciudad ideal para callejear sin prisas explorando rincones y perspectivas, en fin, para disfrutar de un conjunto inigualable, de ese barco pétreo erizado de torres y varado a cuatro leguas del mar. Como el centro histórico está peatonalizado, es recomendable dejar el automóvil en los aparcamientos de los alrededores (muy céntricos, Juan XXIII, San Clemente, Belvís y Praza de Galicia, otros en Hórreo, rúa da Rosa, Praza Roxa y la estación de autobuses). También es una buena idea aparcar en los campus sur (ORA) o norte (gratuito).
El entorno de la basílica del Apóstol**.
Las cuatro plazas que rodean la Catedral son los espacios más apropiados para adentrarnos en ese trazado medieval compostelano siempre en juego con las perspectivas barrocas. Cada uno podrá decir cuál de las ágoras le resulta más sugestiva, si bien no se puede negar la grandiosa monumentalidad de la del Obradoiro**, tal vez la más hermosa del mundo. Es el corazón de la ciudad y también de Galicia, la piedra hecha arte y filigrana plasmada en cuatro estilos (gótico, renacentista, barroco y neoclásico) como alegoría de otros tantos poderes y entidades (Cultura-Rectorado, Economía-Hostal, Religión-Catedral y Estado-Ayuntamiento). Gran mezcla pero perfecta conjunción.
San Xerome, hoy rectorado de la Universidad, es el más modesto de los edificios convidados a cerrar la plaza. Albergó un colegio menor para estudiantes y artistas pobres, conocido irónicamente por el pueblo como "de pan y sardina". Su portada procede del hospital viejo de la Azabachería, derribado para ampliar el convento de Pinario. Aunque es una realización del gótico tardío, muestra rasgos arcaizantes en su composición. De buena factura son la Virgen del tímpano y el Santiago de la jamba izquierda. Puede visitarse su patio clásico.
El pazo de Raxoi* es la sede del Ayuntamiento y de la Presidencia de la Xunta de Galicia. Fue construido entre 1766 y 1772 por el arzobispo Bartolomé Rajoy y Losada para consistorio, cárcel, seminario de confesores y residencia de los niños del coro. Las trazas dadas por Carlos Lemaur se decantan por el gusto neoclásico francés, estructurando el frente de orden jónico con un largo soportal, amplios ventanales, balconadas y un frontón. En éste vemos el relieve marmóreo de Clavijo, según boceto de Gregorio Ferro y labra de Gambino y Ferreiro, a quien debemos también el Matamoros que lo remata.
Los Reyes Católicos otorgaron las rentas de los Votos de Granada y enviaron a su arquitecto Enrique de Egas para la edificación del Hospital Real** (desde 1958 hospedería de lujo); el deán Diego de Muros supervisó las obras. De 1501 a 1511 se levantaron la fachada plateresca y dos patios sometidos a la influencia manuelina, con puertas de arco conopial y fuentes. La proyectada planta de cruz griega inscrita en un cuadrado se cerró en el siglo XVIII con otros dos patios. Una notable iglesia isabelina ocupa el centro; destacan la reja del Maestro Guillén, las ornamentadas pilastras con esculturas flamígeras y la linterna de Juan de Álava. A la elegante lonja, limitada por pilares y cadenas, se abre la portada plateresca de Martín de Blas y Guillén Colás. Isabel y Fernando están presentes en sendos medallones de las enjutas; a los lados se disponen santos y los desnudos de Adán y Eva; sobre un friso del apostolado se abre la graciosa ventanita que daba al aposento regio. Dos grandes escudos de Castilla la flanquean. Las balconadas sobre mensulones y las ventanas enmarcadas por racimos de frutos son del benedictino fray Tomás Alonso, que desmontó y rehizo la maltrecha fachada en 1678 (se conserva una ventana renacentista en el ángulo izquierdo). La cornisa está decorada con cadenas y bolas, desaguando grotescas gárgolas (hay que destacar, sobre todo, la sexta hacia la izquierda.
Desde un ángulo de la terraza del Hostal se ve, un poco arrinconada en un plano inferior, la iglesia de la Angustia de Abajo (Lucas Ferreiro Caaveiro, siglo XVIII). Su teatral fachada barroca se asoma tímidamente al Obradoiro, con las vulgarmente conocidas como "sotas", en realidad virtudes cardinales, y con su torrecilla. Tiene planta circular con cúpula, y en la hornacina puede verse una Piedad de Gambino; y en el interior, otra de Antonio Fernández. En el centro de la plaza del Obradoiro ha sido colocado el km 0 de los caminos de peregrinación.
El frente más noble de la plaza se encuentra ocupado por la fachada occidental** de la Catedral, magna realización de Fernando de Casas y Novoa (1738-1750) concebida como un gran arco triunfal profusamente decorado. Las torres gemelas, visibles aún sus arranques románicos, ponen la nota de verticalidad al conjunto, elevándose hasta 74 m. La de las campanas había sido construida ya en la anterior centuria por José de la Peña de Toro, de ahí el acierto de Casas para copiar el modelo en la de la Carraca y conjuntar ambas con el cuerpo central. Éste fue creado a modo de retablo escalonado presidido por un gran ventanal y coronado por la imagen de Santiago Peregrino. Estamos ante la cumbre de la escuela barroca compostelana y española.
A su derecha queda la fina solana del claustro rematada por una crestería renacentista, y en el lado opuesto, el palacio de Gelmírez*; comenzado en 1120 por este prelado y ampliado por su sucesor Don Juan Arias ya con el empleo de soluciones góticas. Superado el soso y muy reformado exterior, penetramos en la parte más antigua. En torno al patio se disponen la cocina y la sala de armas, con sus finos haces de columnas. Una escalera conduce al salón de banquetes. Sus bóvedas, de floridas nervaduras de gusto mateano, descargan en ménsulas con escenas de un ágape en el que no faltan reyes, un juglar haciendo bailar a un oso y las empanadas.
Por el túnel de palacio, donde resuena el eco de los músicos callejeros allí guarecidos en época de lluvias, abandonamos el ámbito del Obradoiro para pasar a la Acibechería*, hoy plaza de la Inmaculada. La antigua portada románica catedralicia del Paraíso y la gran fuente de los peregrinos han desaparecido. Lucas Ferro y Fernández Sarela iniciaron la actual fachada septentrional con toques rococós, pero la intervención académica de Ventura Rodríguez hizo que el segundo cuerpo y el remate fueran encargados a Antonio Lois Monteagudo, siguiendo un frío estilo neoclásico (1770). Aunque no encaja plenamente, su calidad artística no desmerece del conjunto. Ésta es la entrada habitual de los peregrinos que usan la vía francígena. En el cerrado atrio hay tenderetes de recuerdos y, haciendo ángulo, vemos el nuevo Palacio Episcopal.
Enfrente se levanta la mole del monasterio de San Martín Pinario** tras unos jardincillos, ocupando nada menos que 20.000 m2. La abadía benedictina data de los albores del culto apostólico y llegó a ser la casa principal de la orden en Galicia, dependiendo de ella 32 prioratos. Sus tullas o graneros se hallaban siempre repletos de los productos de la renta foral; en la actualidad acogen exposiciones periódicas. En la fachada clasicista, de fray Gabriel de las Casas y Casas Nóvoa, dos pares de columnas dóricas colosales enmarcan la entrada, mientra, el bueno de San Martín parte su capa con un mendigo en lo alto del frontón. El claustro procesional, iniciado en 1633, tiene en el centro una bella fuente de tazas. Resultan muy originales el campanario plano con decoración vegetal y dos escalinatas barrocas, una de ellas con acceso desde el clásico claustro de las oficinas. En el presente estas dependencias acogen el Seminario Mayor, su biblioteca, el archivo diocesano, salas de exposición y otros locales del arzobispado.
Entre unos soportales y la vieja iglesia de la Corticela, actualmente englobada en la Catedral, se entra en la plaza de la Quintana**, de vivos la parte alta, y de muertos la baja por haber sido camposanto, unidas ambas por una escalinata donde, como se se tratara de piedra para lagartos, la gente se tumba a tomar el sol.
El cierre barroco de la Catedral (Peña de Toro) regularizó la plaza, ocultando y coronando con balaustres y pináculos la articulada cabecera medieval sobre la que se eleva el cimborrio gótico. La Puerta Santa o de los Perdones (1611), sólo está abierta en Año Santo, y por ella pasan los peregrinos que van a ganar el Jubileo. Tiene 24 esculturas y doseles aprovechados del desaparecido coro pétreo de Mateo, y un Santiago con sus discípulos, vestidos todos a la mejor moda romera del tiempo y recibiendo afables a sus devotos.
El pórtico real de la Quintana, diseñado por el canónigo fabriquero Vega y Verdugo, data de 1667 y es tenido por el primer ejemplo barroco de la ciudad. La Torre Berenguela**, fortificada en el siglo XIV por Don Berenguel de Landoria, fue brillantemente rematada y engalanada por Domingo Antonio de Andrade (1676-1680), pasando a ser la más hermosa de la urbe y del barroco hispano. La gran campana Berenguela marca con ronco son las horas. En épocas menos ruidosas su tañido se escuchaba en un radio de 20 km, pero la nueva, fundida hace algunos años en Holanda, sólo retumba con solemnidad en la medianoche. Ya tenía un reloj en 1552, aunque el actual data de 1831.
En la parte alta de la plaza vemos la casa da Parra, con fachada del siglo XVII por la que trepan vides de piedra y otras reales; se utiliza como sala de exposiciones. Desde su lateral, en la Vía Sacra, se consigue la mejor vista sobre la torre del Reloj, otra de las perspectivas barrocas a la que poco a poco nos iremos habituando. En el lado opuesto a la basílica se extiende el gran muro y equilibrado de San Paio, con las 61 rejas floridas de las celdas monacales. Una placa recuerda al Batallón Literario.
La casa de la Conga, vivienda canonical de 1709, presenta un pórtico con esbeltos arcos de medio punto en el frente estrecho más próximo a las Platerías**.
En esta pequeña plaza contemplaremos la única fachada** original de la Catedral que se ha conservado, un maremágnum de escultura románica procedente de diversos lugares y obra de varios maestros, entre ellos Esteban (trabajaba en 1103). De singular belleza son los altorrelieves de David tocando el arpa (jamba izquierda), el Salvador (siglo XIII), Santiago entre los cipreses y Abraham (friso). Los tímpanos están dedicados a las Tentaciones de Cristo, con la tenida por mujer adúltera con la calavera de su amante, y a la Pasión. El estilo se relaciona con Toulouse o San Isidoro de León. En ángulo surge el primoroso lienzo renacentista del claustro (Rodrigo Gil de Hontañón): especial atención merecen la célebre concha arquitectónica que sostiene una escalera en la esquina y la crestería calada. El remate escalonado de la torre del Tesoro podría, según alguna hipótesis, imitar las pirámides aztecas. Una lápida de Benlliure recuerda al cardenal Martín de Herrera, gran promotor de la peregrinación a principios del siglo XX.
La parte inferior de la plaza está concebida a modo de escenario barroco con la fachada-telón de la casa del Cabildo*, portento del arte de Clemente Fernández Sarela (1758), creado tan sólo para ornato urbano (con 3 m. de fondo). El soportal del Banco de España rompió la primitiva armonía, mientras que la fuente de los Caballos (1829) pone un poco de agua entre tanta piedra. Se compone de cuatro équidos marinos que sostienen una alegoría de la Religión con la estrella sobre el arca del Apóstol. El surtidor sirve para las novatadas estudiantiles cuando se invita a descubrir las partes bajas de los bichos; otro tanto se hace con diversos detalles de la zona monumental, sin ir más lejos, intentando cumplir la proeza de subir de dos en dos las escaleras de esta plaza.
Entre Platerías y Fonseca vemos la efectista y estrecha fachada barroca diseñada por Fernando de Casas al pie de la torre del Tesoro.
Hacia el Obradoiro, por la rúa de Fonseca, giramos en torno a la torre de la Corona, también con remate escalonado, pero más esbelta que la del Tesoro.
El entorno de la basílica del Apóstol**.
Las cuatro plazas que rodean la Catedral son los espacios más apropiados para adentrarnos en ese trazado medieval compostelano siempre en juego con las perspectivas barrocas. Cada uno podrá decir cuál de las ágoras le resulta más sugestiva, si bien no se puede negar la grandiosa monumentalidad de la del Obradoiro**, tal vez la más hermosa del mundo. Es el corazón de la ciudad y también de Galicia, la piedra hecha arte y filigrana plasmada en cuatro estilos (gótico, renacentista, barroco y neoclásico) como alegoría de otros tantos poderes y entidades (Cultura-Rectorado, Economía-Hostal, Religión-Catedral y Estado-Ayuntamiento). Gran mezcla pero perfecta conjunción.
San Xerome, hoy rectorado de la Universidad, es el más modesto de los edificios convidados a cerrar la plaza. Albergó un colegio menor para estudiantes y artistas pobres, conocido irónicamente por el pueblo como "de pan y sardina". Su portada procede del hospital viejo de la Azabachería, derribado para ampliar el convento de Pinario. Aunque es una realización del gótico tardío, muestra rasgos arcaizantes en su composición. De buena factura son la Virgen del tímpano y el Santiago de la jamba izquierda. Puede visitarse su patio clásico.
El pazo de Raxoi* es la sede del Ayuntamiento y de la Presidencia de la Xunta de Galicia. Fue construido entre 1766 y 1772 por el arzobispo Bartolomé Rajoy y Losada para consistorio, cárcel, seminario de confesores y residencia de los niños del coro. Las trazas dadas por Carlos Lemaur se decantan por el gusto neoclásico francés, estructurando el frente de orden jónico con un largo soportal, amplios ventanales, balconadas y un frontón. En éste vemos el relieve marmóreo de Clavijo, según boceto de Gregorio Ferro y labra de Gambino y Ferreiro, a quien debemos también el Matamoros que lo remata.
Los Reyes Católicos otorgaron las rentas de los Votos de Granada y enviaron a su arquitecto Enrique de Egas para la edificación del Hospital Real** (desde 1958 hospedería de lujo); el deán Diego de Muros supervisó las obras. De 1501 a 1511 se levantaron la fachada plateresca y dos patios sometidos a la influencia manuelina, con puertas de arco conopial y fuentes. La proyectada planta de cruz griega inscrita en un cuadrado se cerró en el siglo XVIII con otros dos patios. Una notable iglesia isabelina ocupa el centro; destacan la reja del Maestro Guillén, las ornamentadas pilastras con esculturas flamígeras y la linterna de Juan de Álava. A la elegante lonja, limitada por pilares y cadenas, se abre la portada plateresca de Martín de Blas y Guillén Colás. Isabel y Fernando están presentes en sendos medallones de las enjutas; a los lados se disponen santos y los desnudos de Adán y Eva; sobre un friso del apostolado se abre la graciosa ventanita que daba al aposento regio. Dos grandes escudos de Castilla la flanquean. Las balconadas sobre mensulones y las ventanas enmarcadas por racimos de frutos son del benedictino fray Tomás Alonso, que desmontó y rehizo la maltrecha fachada en 1678 (se conserva una ventana renacentista en el ángulo izquierdo). La cornisa está decorada con cadenas y bolas, desaguando grotescas gárgolas (hay que destacar, sobre todo, la sexta hacia la izquierda.
Desde un ángulo de la terraza del Hostal se ve, un poco arrinconada en un plano inferior, la iglesia de la Angustia de Abajo (Lucas Ferreiro Caaveiro, siglo XVIII). Su teatral fachada barroca se asoma tímidamente al Obradoiro, con las vulgarmente conocidas como "sotas", en realidad virtudes cardinales, y con su torrecilla. Tiene planta circular con cúpula, y en la hornacina puede verse una Piedad de Gambino; y en el interior, otra de Antonio Fernández. En el centro de la plaza del Obradoiro ha sido colocado el km 0 de los caminos de peregrinación.
El frente más noble de la plaza se encuentra ocupado por la fachada occidental** de la Catedral, magna realización de Fernando de Casas y Novoa (1738-1750) concebida como un gran arco triunfal profusamente decorado. Las torres gemelas, visibles aún sus arranques románicos, ponen la nota de verticalidad al conjunto, elevándose hasta 74 m. La de las campanas había sido construida ya en la anterior centuria por José de la Peña de Toro, de ahí el acierto de Casas para copiar el modelo en la de la Carraca y conjuntar ambas con el cuerpo central. Éste fue creado a modo de retablo escalonado presidido por un gran ventanal y coronado por la imagen de Santiago Peregrino. Estamos ante la cumbre de la escuela barroca compostelana y española.
A su derecha queda la fina solana del claustro rematada por una crestería renacentista, y en el lado opuesto, el palacio de Gelmírez*; comenzado en 1120 por este prelado y ampliado por su sucesor Don Juan Arias ya con el empleo de soluciones góticas. Superado el soso y muy reformado exterior, penetramos en la parte más antigua. En torno al patio se disponen la cocina y la sala de armas, con sus finos haces de columnas. Una escalera conduce al salón de banquetes. Sus bóvedas, de floridas nervaduras de gusto mateano, descargan en ménsulas con escenas de un ágape en el que no faltan reyes, un juglar haciendo bailar a un oso y las empanadas.
Por el túnel de palacio, donde resuena el eco de los músicos callejeros allí guarecidos en época de lluvias, abandonamos el ámbito del Obradoiro para pasar a la Acibechería*, hoy plaza de la Inmaculada. La antigua portada románica catedralicia del Paraíso y la gran fuente de los peregrinos han desaparecido. Lucas Ferro y Fernández Sarela iniciaron la actual fachada septentrional con toques rococós, pero la intervención académica de Ventura Rodríguez hizo que el segundo cuerpo y el remate fueran encargados a Antonio Lois Monteagudo, siguiendo un frío estilo neoclásico (1770). Aunque no encaja plenamente, su calidad artística no desmerece del conjunto. Ésta es la entrada habitual de los peregrinos que usan la vía francígena. En el cerrado atrio hay tenderetes de recuerdos y, haciendo ángulo, vemos el nuevo Palacio Episcopal.
Enfrente se levanta la mole del monasterio de San Martín Pinario** tras unos jardincillos, ocupando nada menos que 20.000 m2. La abadía benedictina data de los albores del culto apostólico y llegó a ser la casa principal de la orden en Galicia, dependiendo de ella 32 prioratos. Sus tullas o graneros se hallaban siempre repletos de los productos de la renta foral; en la actualidad acogen exposiciones periódicas. En la fachada clasicista, de fray Gabriel de las Casas y Casas Nóvoa, dos pares de columnas dóricas colosales enmarcan la entrada, mientra, el bueno de San Martín parte su capa con un mendigo en lo alto del frontón. El claustro procesional, iniciado en 1633, tiene en el centro una bella fuente de tazas. Resultan muy originales el campanario plano con decoración vegetal y dos escalinatas barrocas, una de ellas con acceso desde el clásico claustro de las oficinas. En el presente estas dependencias acogen el Seminario Mayor, su biblioteca, el archivo diocesano, salas de exposición y otros locales del arzobispado.
Entre unos soportales y la vieja iglesia de la Corticela, actualmente englobada en la Catedral, se entra en la plaza de la Quintana**, de vivos la parte alta, y de muertos la baja por haber sido camposanto, unidas ambas por una escalinata donde, como se se tratara de piedra para lagartos, la gente se tumba a tomar el sol.
El cierre barroco de la Catedral (Peña de Toro) regularizó la plaza, ocultando y coronando con balaustres y pináculos la articulada cabecera medieval sobre la que se eleva el cimborrio gótico. La Puerta Santa o de los Perdones (1611), sólo está abierta en Año Santo, y por ella pasan los peregrinos que van a ganar el Jubileo. Tiene 24 esculturas y doseles aprovechados del desaparecido coro pétreo de Mateo, y un Santiago con sus discípulos, vestidos todos a la mejor moda romera del tiempo y recibiendo afables a sus devotos.
El pórtico real de la Quintana, diseñado por el canónigo fabriquero Vega y Verdugo, data de 1667 y es tenido por el primer ejemplo barroco de la ciudad. La Torre Berenguela**, fortificada en el siglo XIV por Don Berenguel de Landoria, fue brillantemente rematada y engalanada por Domingo Antonio de Andrade (1676-1680), pasando a ser la más hermosa de la urbe y del barroco hispano. La gran campana Berenguela marca con ronco son las horas. En épocas menos ruidosas su tañido se escuchaba en un radio de 20 km, pero la nueva, fundida hace algunos años en Holanda, sólo retumba con solemnidad en la medianoche. Ya tenía un reloj en 1552, aunque el actual data de 1831.
En la parte alta de la plaza vemos la casa da Parra, con fachada del siglo XVII por la que trepan vides de piedra y otras reales; se utiliza como sala de exposiciones. Desde su lateral, en la Vía Sacra, se consigue la mejor vista sobre la torre del Reloj, otra de las perspectivas barrocas a la que poco a poco nos iremos habituando. En el lado opuesto a la basílica se extiende el gran muro y equilibrado de San Paio, con las 61 rejas floridas de las celdas monacales. Una placa recuerda al Batallón Literario.
La casa de la Conga, vivienda canonical de 1709, presenta un pórtico con esbeltos arcos de medio punto en el frente estrecho más próximo a las Platerías**.
En esta pequeña plaza contemplaremos la única fachada** original de la Catedral que se ha conservado, un maremágnum de escultura románica procedente de diversos lugares y obra de varios maestros, entre ellos Esteban (trabajaba en 1103). De singular belleza son los altorrelieves de David tocando el arpa (jamba izquierda), el Salvador (siglo XIII), Santiago entre los cipreses y Abraham (friso). Los tímpanos están dedicados a las Tentaciones de Cristo, con la tenida por mujer adúltera con la calavera de su amante, y a la Pasión. El estilo se relaciona con Toulouse o San Isidoro de León. En ángulo surge el primoroso lienzo renacentista del claustro (Rodrigo Gil de Hontañón): especial atención merecen la célebre concha arquitectónica que sostiene una escalera en la esquina y la crestería calada. El remate escalonado de la torre del Tesoro podría, según alguna hipótesis, imitar las pirámides aztecas. Una lápida de Benlliure recuerda al cardenal Martín de Herrera, gran promotor de la peregrinación a principios del siglo XX.
La parte inferior de la plaza está concebida a modo de escenario barroco con la fachada-telón de la casa del Cabildo*, portento del arte de Clemente Fernández Sarela (1758), creado tan sólo para ornato urbano (con 3 m. de fondo). El soportal del Banco de España rompió la primitiva armonía, mientras que la fuente de los Caballos (1829) pone un poco de agua entre tanta piedra. Se compone de cuatro équidos marinos que sostienen una alegoría de la Religión con la estrella sobre el arca del Apóstol. El surtidor sirve para las novatadas estudiantiles cuando se invita a descubrir las partes bajas de los bichos; otro tanto se hace con diversos detalles de la zona monumental, sin ir más lejos, intentando cumplir la proeza de subir de dos en dos las escaleras de esta plaza.
Entre Platerías y Fonseca vemos la efectista y estrecha fachada barroca diseñada por Fernando de Casas al pie de la torre del Tesoro.
Hacia el Obradoiro, por la rúa de Fonseca, giramos en torno a la torre de la Corona, también con remate escalonado, pero más esbelta que la del Tesoro.
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