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miércoles, 23 de marzo de 2011

217. FRÓMISTA* (I), Palencia: 26 de junio de 2006.

1. FRÓMISTA, Palencia. Exterior de la Igl. de San Martín.

2. FRÓMISTA, Palencia. Una de las portadas de la Igl. de San Martín.

3. FRÓMISTA, Palencia. Otra de las portadas de la Igl. de San Martín.

4. FRÓMISTA, Palencia. Grupo de canecillos sobre la portada principal de la Igl. de San Martín.

5. FRÓMISTA, Palencia. Otro grupo de canecillos sobre la portada principal de la Igl. de San Martín.

6. FRÓMISTA, Palencia. Otra visión del exterior de la Igl. de San Martín.

7. FRÓMISTA, Palencia. Nave central y Capilla Mayor de la Igl. de San Martín.

8. FRÓMISTA, Palencia. Capitel de decoración vegetal del interior de la Igl. de San Martín.

9. FRÓMISTA, Palencia. Nave lateral de la Igl. de San Martín.

10. FRÓMISTA, Palencia. Cúpula de la Igl. de San Martín.

11. FRÓMISTA, Palencia. Maqueta del estado de la Igl. de San Martín anterior a la restauración de 1896-1904.

12. FRÓMISTA, Palencia. Visión de una nave lateral de la Igl. de San Martín.

13. FRÓMISTA, Palencia. Capitel historiado del interior de la Igl. de San Martín.

14. FRÓMISTA, Palencia. Vista de la nave central de la Igl. de San Martín.

15. FRÓMISTA, Palencia. Exterior de la Igl. de San Martín.

16. FRÓMISTA, Palencia. Canecillos y capiteles del ábside de la Igl. de San Martín.

17. FRÓMISTA, Palencia. Detalle del ábside de la Igl. de San Martín.

18. FRÓMISTA, Palencia. Torre de la Igl. de San Pedro.

19. FRÓMISTA, Palencia. Portada principal de la Igl. de San Pedro.

20. FRÓMISTA, Palencia. Exterior de la Igl. de San Pedro.

21. FRÓMISTA, Palencia. Otra visión del exterior de la Igl. de San Pedro.

22. FRÓMISTA, Palencia. Vista general de la Igl. de San Pedro.

23. FRÓMISTA, Palencia. Torre de la Igl. de Sta. Mª del Castillo.

24. FRÓMISTA, Palencia. Ábside de la Igl. de Sta. Mª del Castillo.

25. FRÓMISTA, Palencia. Portada principal de la Igl. de Sta. Mª del Castillo.

FRÓMISTA* (I), provincia de Palencia: 26 de junio de 2006.
   Pequeña localidad de la Tierra de Campos, situada en plena ruta compostelana y junto al trazado del Canal de Castilla. Es conocida, sobre todo, por su iglesia de San Martín, próxima al pueblo, sobresaliente prototipo del románico jacobeo.
   En consonancia con su papel como destacado núcleo jacobeo, que en la actualidad vuelve a revitalizarse, Frómista tuvo importantes instituciones para la acogida de peregrinos. Una de ellas, un antiguo hospital remozado y convertido en hostería, aún perdura en la plaza de San Telmo, presidida por la estatua del santo. Frente a ella se encuentra situada la iglesia de San Pedro, templo de profunda portada renacentista e interior gótico, donde se ha instalado un museo que alberga, entre otras obras de gran interés, un retablo con un Descendimiento, de escuela castellana, diversos lienzos de la escuela de Ribera y Mengs y tablas hispano-flamencas procedentes del retablo de Santa María del Castillo, que fue robado en 1981 y, poco después, recuperado. Esta iglesia, enclavada en la parte más alta del pueblo, es una construcción ojival de tres amplias naves separadas por pilares.
   Sin embargo, la joya artística de Frómista y, para algunos autores, de todo el románico castellano, es la iglesia de San Martín**, que se alza completamente exenta en la plaza del Obispo Almaraz, próxima al centro del pueblo. Fue erigida como templo de un monasterio benedictino fundado en el año 1066 por la esposa del rey Sancho III el Mayor de Navarra, doña Mayor, condesa de Castilla.
   La construcción probablemente se llevó a cabo en un corto período de tiempo durante las últimas décadas del siglo XI. Su planta y alzado reproducen, a la mitad de sus proporciones, los de la Catedral de Jaca, con un resultado tan armónico que se convirtió en modelo de otros muchos templos a lo largo de la ruta jacobea. El extraordinario estado de conservación actual responde a la minuciosa -y para algunos excesiva- restauración que, entre 1896 y 1904, dirigió el arquitecto Aníbal Álvarez. En el exterior (para su detallada contemplación no es desdeñable el uso de prismáticos), la elegante sobriedad queda patente en el armonioso juego de volúmenes que crean la disposición escalonada de las naves -más alta la central-, la cabecera con tres ábsides -también más sobresaliente el del centro-, el cimborrio octogonal sobre base cuadrada y las dos torres cilíndricas situadas a ambos lados de la portada principal. Contribuye poderosamente a la belleza del conjunto, además de los ventanales de medio punto abocinados y las cinco portadas, dispuestas simétricamente en los muros, la finísima decoración a base de líneas de impostas ajedrezadas (el llamado "taqueado jaqués", por su procedencia de la Catedral de Jaca), que recorren a diferente altura todo el templo rodeando externamente los arcos de portadas y ventanales y el trazado de las cornisas. Lo mismo cabe decir de los capiteles, labrados con motivos vegetales y figuras zoomórficas y humanas, y de la impresionante colección de canecillos, que, con variadísima imaginería, sin que falten las representaciones obscenas, sostienen los aleros. Algunos de ellos (los señalados con una R) corresponden a la restauración mencionada anteriormente.
   El interior, de tres naves y crucero no destacado en planta, se alza sobre pilares con columnas adosadas y está cubierto por bóvedas de medio cañón apoyadas sobre arcos de medio punto, en algunos casos doblados. Sobre la intersección del crucero con la nave central se alza una extraordinaria cúpula* de base cuadrada que, mediante trompas cónicas, se transforma en tambor octagonal. La desnudez del templo, presidido por un hermoso crucifijo protogótico (siglo XIII), permite concentrar la atención en los capiteles* decorados con variadas escenas históricas, míticas, bíblicas o moralizantes y, en otros muchos casos, con motivos vegetales. Sobre ellos, los correspondientes cimacios muestran igualmente una gran diversidad ornamental, de marcado carácter geométrico.
   La existencia de, al menos, dos talleres de artistas responsables de su ejecución -uno de formación clásica, inspirado en la escultura hispanorromana y con mayor creatividad, que trabajaría sobre todo en la parte de la cabecera, y otro, con buen dominio de la labra, pero de ejecución menos espontánea, en el resto del templo-, y la relación de esta obra escultórica con la de los monumentos primordiales del Camino de Santiago y del románico meridional francés han sido detalladamente estudiadas por diversos tratadistas. Sus conclusiones, aunque no siempre acordes, sí permiten en cambio afirmar que, tanto en lo arquitectónico como en lo escultórico, Frómista fue un centro receptor de poderosas influencias y, a su vez, impulsor de algunos de los principales rasgos que el románico desarrollaría no sólo en la Península, sino también al otro lado de los Pirineos.

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