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lunes, 28 de marzo de 2011

222. SANTILLANA DEL MAR** (I), Cantabria: 26 de junio de 2006.

1. SANTILLANA DEL MAR, Cantabria. Escudo nobiliario de una casona.

2. SANTILLANA DEL MAR, Cantabria. Fachada de casa nobiliaria.

3. SANTILLANA DEL MAR, Cantabria. Casa típica de la villa.

4. SANTILLANA DEL MAR, Cantabria. Rincón típico del pueblo cántabro.

5. SANTILLANA DEL MAR, Cantabria. Casa palaciega de la villa.

6. SANTILLANA DEL MAR, Cantabria. Palacio Municipal.

7. SANTILLANA DEL MAR, Cantabria. Rincón de la Plaza Mayor.

8. SANTILLANA DEL MAR, Cantabria. Otra vista de la Plaza Mayor.

9. SANTILLANA DEL MAR, Cantabria. Bella casona de la población.

10. SANTILLANA DEL MAR, Cantabria. Blasón de la Casa de los Villa o de los Hombrones.

11. SANTILLANA DEL MAR, Cantabria. Otro escudo nobiliario de una casa-palacio.

12. SANTILLANA DEL MAR, Cantabria. Vista exterior de la Colegiata de Sta. Juliana.

13. SANTILLANA DEL MAR, Cantabria. Ábside exterior y Cimborrio de la Colegiata de Sta. Juliana.

14. SANTILLANA DEL MAR, Cantabria. Ventanal del ábside de la Colegiata de Sta. Juliana.

15. SANTILLANA DEL MAR, Cantabria. Palacio de los Velarde.

16. SANTILLANA DEL MAR, Cantabria. Otra visión del ábside de la Colegiata de Sta. Juliana.

17. SANTILLANA DEL MAR, Cantabria. Portada Sur de la Colegiata de Sta. Juliana.

18. SANTILLANA DEL MAR, Cantabria. Lavadero.

SANTILLANA DEL MAR** (I), provincia de Cantabria: 26 de junio de 2006.
   Esta villa medieval es, junto a la capital, uno de los lugares más conocidos de Cantabria. El conjunto de sus casonas y calles empedradas hacen del lugar "una verdadera reliquia en la vida del hombre", como dijo de ella Jean Paul Sartre.
   El diseño urbanístico que presenta Santillana, prácticamente inalterado desde el siglo XVI, obedece a un esquema lineal, en forma de Y griega, cuyo brazo izquierdo o calle de Juan Infante, desemboca en la plaza del Mercado, o de Ramón Pelayo, núcleo económico-administrativo, con destacadas muestras de arquitectura civil. El otro brazo de la Y nos conduce por una hermosa bajada hasta la Colegiata. Conviene empezar aquí la visita y dejar lo demás para el camino de regreso, dado que nos encontramos ante el edificio más representativo de la villa, la colegiata de Santa Juliana**.
   Es una espléndida iglesia románica, cuyo núcleo más antiguo fue levantado a lo largo del siglo XII, aunque ha sufrido numerosos añadidos y modificaciones en las seis centurias siguientes, sin llegar a desvirtuar su espíritu medieval. Antes de explorar el recinto merece la pena detenerse en el exterior. Los escalones de piedra nos sitúan ante la fachada sur, donde se halla la portada principal con cuatro arquivoltas coronadas por una serie de relieves escultóricos. En el centro de esta serie se observa un pantócrator cuya orla es sostenida por cuatro ángeles. El frontón triangular que corona la portada, presidido por la escultura de Santa Juliana, fue añadido en el siglo XVII. Todavía se conserva, a la derecha de la portada, la originaria torre cilíndrica que debió de albergar el primer campanario del edificio.
   Desde ésta, a mano izquierda, en lo que fueran las caballerizas de los abades, el Ayuntamiento ha instalado recientemente un museo dedicado a la obra escultórica de Jesús Otero, artista contemporáneo que ha donado gran parte de su trabajo al municipio que le vio nacer y cuyas labras de piedra se reparten entre el edificio y el recinto exterior.
   De frente está la antigua casa de los Abades, llamada también de la Archiduquesa de Austria, con bello patio reconvertido en tienda de antigüedades.
   Rodeando la Colegiata por el lado de los ábsides se llega a la plaza de las Arenas, presidida por el palacio de los Velarde, coronado por pináculos, que ha sufrido grandes reformas pero mantiene cierto aire renacentista y un hermoso jardín.
   Regresamos a la plaza de la Colegiata y nos detenemos junto al lavadero y abrevadero para observar las magníficas fachadas blasonadas de las contiguas casas de Cossío y Quevedo, antes de ascender por la calle del Río, antigua rúa del Rey, buscando la plaza del Mercado. El trayecto es más corto girando a la derecha por la calle del Racial, pero resulta más interesante continuar remontando esta calle que, a lo largo del recorrido, toma los nombres del Cantón y de la Carrera. Enseguida aparerece la casa de los Villa o de los Hombrones, así denominada por los dos imponentes guerreros que parecen vigilar a los paseantes a la vez que protegen el escudo de la familia. Unos pasos más arriba aparece la casa de Leonor de la Vega, madre del primer Marqués de Santillana. Todavía aguardan en la cuesta, entre otras, la vieja casa-torre de los Velarde, la de los Bustamante, con escudo de armas y las de Barreda y Peredo, pero es el momento de girar a la derecha, por el callejón de las Lindas, para desembocar en la plaza de aspecto triangular donde se concentra lo más representativo de la arquitectura civil. A la derecha, la torre de Don Borja, a la que se adosan otros dos edificios, formando la sede de la Fundación Santillana, uno de los más prestigiosos centros culturales de la villa. En el lado izquierdo se yergue la torre del Merino*, símbolo del poder señorial, que fue imponiéndose sobre el eclesiástico a partir del siglo XIV, y que encarnaba el Merino Mayor de las Asturias de Santillana, designado para ejercer la autoridad civil y recaudar los impuestos en nombre del rey.
   Al otro lado de la plaza, el palacio Municipal. Cerca, las casas del Águila y de la Parra, también reconvertidas en centro cultural. Frente a ellas, el palacio de los Barreda, sede del Parador Gil Blas, completa el perímetro de esta plaza.
   De camino a la salida del casco antiguo, el palacio de los Peredo, o del marqués de Benamejís, muestra su fachada clasicista.
   Cruzando la carretera de acceso a la villa, el Museo Diocesano*, instalado en el convento Regina Coeli, que desde 1835 ocupan las Clarisas. Presenta una insólita colección de 800 piezas, en su mayoría de arte popular, procedentes de parroquias y templos que se encontraban fuera de culto. El edificio alberga además un archivo documental con las actas de todas las parroquias de la diócesis y un taller de restauración de la diócesis y un taller de restauración artística atendido por las Clarisas. No demasiado lejos se encuentra el convento de San Ildefonso, fundado en 1667, que tiene un cristo de marfil hispano-filipino, de finales del siglo XVI. Junto a la calle de Velasco, al pie de la casona de los Tagle, que presenta otro monumental escudo de armas, se extiende el Campo de Revolgo, un apacible parque poblado de hermosos robles.

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