1. PONTEVEDRA, capital. Interior del Santuario de la Peregrina.
2. PONTEVEDRA, capital. Detalle del Retablo Mayor del Santuario de la Peregrina.
3. PONTEVEDRA, capital. Cúpula del Santuario de la Peregrina.
4. PONTEVEDRA, capital. Ruinas del cvto. de Sto. Domingo.
5. PONTEVEDRA, capital. Otra imagen de las ruinas del cvto. de Sto. Domingo.
6. PONTEVEDRA, capital. Otra imagen de las ruinas del cvto. de Sto. Domingo.
7. PONTEVEDRA, capital. Vista exterior de la igl. de Sta. Mª.
8. PONTEVEDRA, capital. Portada lateral de la igl. de Sta. Mª.
9. PONTEVEDRA, capital. Detalle de la portada lateral de la igl. de Sta. Mª.
10. PONTEVEDRA, capital. Portada principal de la igl. de Sta. Mª.
11. PONTEVEDRA, capital. Escena del Tránsito de la Virgen de la portada principal de la igl. de Sta. Mª.
12. PONTEVEDRA, capital. Escena de la Coronación de la Virgen de la portada principal de la igl. de Sta. Mª.
13. PONTEVEDRA, capital. Imagen de Santiago en la igl. de Sta. Mª.
14. PONTEVEDRA, capital. Bóvedas de la igl. de Sta. Mª.
15. PONTEVEDRA, capital. Mesa de altar de cuero repujado de la igl. de Sta. Mª.
16. PONTEVEDRA, capital. Calvario de la igl. de Sta. Mª.
17. PONTEVEDRA, capital. Fachada de la igl. de San Bartolomé.
18. PONTEVEDRA, capital. Retablo lateral de la igl. de San Bartolomé.
19. PONTEVEDRA, capital. Interior de la igl. de San Bartolomé.
20. PONTEVEDRA, capital. Exterior de la igl. de San Francisco.
PONTEVEDRA** (I), capital de la provincia: 14 de septiembre de 2007.
Recogida al fondo de su ría junto al estuario del Lérez, la boa vila es pequeña y agradable. La más reducida y coqueta de las siete grandes ciudades de Galicia está dotada de una benigna climatología y en posesión de un sorprendente casco antiguo completamente peatonalizado. Por su situación central se presenta como un enclave perfecto para programar un recorrido por las Rías Bajas.
El conjunto histórico de Pontevedra, con sus deliciosas rúas y plazas repletas de edificios de la arquitectura culta y popular, sólo es superado en Galicia por el de Santiago. La iglesia de Santa María y el Museo Provincial son sus principales núcleos de interés.
Empezamos la visita en la cuidada Alameda, lugar de agradable paseo presidido por el monumento a los héroes de Pontesampaio con el caudillo Pablo Morillo al frente. En su entorno contemplamos un conjunto de pomposos edificios públicos: Ayuntamiento (1890) y Gobierno Civil, en la plaza de España; Delegación de la Xunta y Diputación, en la avenida de Montero Ríos.
Tras el palacio de la Diputación se encuentran los jardines de Vincenti, por todos conocidos como Las Palmeras. En primer plano llama la atención unas románticas ruinas medievales por las que trepa la hiedra. se trata de la cabecera quíntuple del convento de Santo Domingo, de los siglos XIV-XV, obra puntera del gótico mendicante gallego que estuvo a punto de perderse. Hoy alberga la sección lapidaria del Museo Provincial, con colecciones de epigrafía, blasones, capiteles, sepulcros, etc. Por la avenida de Santa María nos introducimos en lo que fue recinto murado. En una gran explanada triangular, un monumento rinde homenaje a Castelao, figura clave del nacionalismo gallego que vivió varios años en Pontevedra. Un noble caserío con jardín, ahora ocupado por una entidad bancaria, sirvió para filmar la morada de los Churruchaos en la serie Los Gozos y las Sombras; el viejo palacio medieval de este poderoso linaje ocupó el mismo lugar. Estamos en la antigua campa dos Xudeus, donde tenían su cementerio los hebreos. Su aljama se extendía por las inmediatas rúas Alta y Amargura, aún con voladizos y soportales.
En la plaza de Alonso de Fonseca está la casa gótica de Fonseca, y la de los Méndez Núñez, junto al lateral de la iglesia de Santa María*. Este gran templo, apodado de los Pescadores o de la Granada, fue declarado basílica menor por Juan XXIII en 1962. Estamos ante una de las joyas del arte gallego en la que se mezclan el gótico isabelino, los influjos lusos del estilo manuelino y las tendencias platerescas del primer Renacimiento hispano. La fábrica, cuyas obras se desarrollan desde el año 1517, refleja el poder que alcanzó el gremio de Mareantes, su patrocinador. En la construcción se emplearon 30.000 ducados procedentes de la venta de sus cestas de pescado. El edificio sigue las trazas dadas por Juan de los Cuetos y Diego Gil; muestra planta de salón con tres naves, bóvedas de crucería sostenidas por pilares funiculados y capillas laterales adosadas. La capilla mayor poligonal aparece rematada al exterior con una fina crestería.
Lo más notable del bien restaurado conjunto es la fachada principal, de Cornelis de Holanda y Juan Nobre. El duro granito moldeado por los canteiros del país se vuelve filigrana plateresca en un impresionante retablo pétreo dedicado a la Virgen. Las escenas del Tránsito de María y su Asunción están interrumpidas por un rosetón en torno al que se distribuyen los Evangelistas. En lo alto aparece la Trinidad, aunque el Hijo figura por error a la izquierda del Padre. En los intercolumnios laterales se han colocado las estatuas de Adán y Eva además de diez santos: San Jerónimo usa anteojos para escribir en su pupitre. En las enjutas del arco aparecen los bustos de Carlos I y del príncipe Felipe, aún adolescente; junto al rosetón vemos los de Colón y Hernán Cortés. Una crestería con pináculos y Calvario remata el conjunto, siempre envuelto en un molesto sonido para ahuyentar a las destructivas palomas, que tenían aquí permanente nido. La sencilla portada lateral también se adorna con bustos de Carlos V y su esposa, además de la Virgen entre dos santos. A su vera está el Santo Cristo del Buen Viaje bajo un tejadillo. La iglesia guarda otro crucificado de Ferreiro y varios sepulcros de la nobleza local en sus capillas. En el primer altar entrando por la puerta sur hay una inscripción de la familia Colón; ella dio pie a la teoría del nacimiento del almirante de la mar Océana en Pontevedra.
El Campiño de Santa María sirve como mirador sobre el antes barrio marinero extramuros de A Moureira, al que desciende una escalinata. Casas populares quedan a la izquierda de la iglesia. Por la rúa Isabel II, eje de esta parte del casco viejo, bajamos hacia las Cinco Calles.
El santuario de las Apariciones, donde residió la vidente Lucía de Fátima, está bien señalizado. También lo está el parador, instalado en el sobrio pazo del barón de la Casa Goda o de Maceda, con jardines y portada neoclásica. Tras el Parador se abre la encantadora praza do Peirao, que ha sido remodelada con gran acierto. El cruce de las cinco rúas se halla presidido por un cruceiro que tiene la particularidad de presentar las figuras de Adán y Eva en el fuste. Estamos en el barrio tradicional de las tabernas.
La rúa Princesa conduce a uno de los lugares más bellos de Pontevedra, la praza do Teucro. Los naranjos aportarían un aire andaluz si no llega a ser por el noble marco de piedra granítica que la envuelve: el palacio de los Gago y Montenegro (gran escudo del XVIII), el palacio del Conde de San Román, y la casa de los Pita.
Muy cerca se levanta el Teatro Principal, edificado en 1842 sobre la vieja iglesia de San Bartolomé. Era el más antiguo de Galicia, pero su interior ardió hace unos años y fue reconstruido. Alberga también el Liceo-Casino. Si lo rodeamos veremos una casa gótica, y en la rúa Manuel Quiroga algunas barrocas.
Desde el Teucro, nuestro periplo puede seguir por las rúas Real, antes llena de cesteros, y Sarmiento, de porte señorial. En su discurrir, se van encadenando como cuentas sugestivas plazas cuyo nombre evocaba el mercado especializado que en ellas tenía asiento: Méndez Núñez (antes de las Gallinas), honrada con una estatua de Valle Inclán; Indalecio Armentos (todo el mundo la llama de la Verdura), muy animada por sus populares terrazas de picoteo; y a un lado de el Eirado da Leña*, la más popular de las estampas pontevedresas con el cruceiro en el centro y los pequeños palacios que acogen el Museo.
Algo apartada y como abandonada a sus suerte está la cerrada plaza de A Pedreira, dominada por el arruinado palacio de Mugártegui, sede del Consejo Regulador de la D. O. Ríaz Baixas.
El Museo Provincial de Pontevedra**, el más importante de los museos provinciales de España, fue creado en 1927 por la Diputación. Ocupa por el momento, además de las ya mentadas ruinas de Santo Domingo, cinco edificios próximos: los palacios barrocos de Castro Monteagudo y García Flórez, unidos por un arco en 1943, la sede nueva Fernández López (biblioteca, archivo, salas de conferencias y exposiciones) y el palacio Sarmiento (antiguo colegio de jesuitas al lado de San Bartolomé), pero continúa su expansión, junto al edificio Sarmiento, por el antiguo Hogar Provincial, donde en 2005 ha sido construido un moderno complejo destinado a exposiciones permanentes y temporales. Los fondos principales, ricos y variados, se exponen en los dos primeros. En la sección de arqueología destaca el tesoro de Caldas (Bronce inicial). El arte medieval está presente en cruces, marfiles y tablas góticas. No escasea tampoco la pintura española y europea de los siglos XVI al XVIII (Berruguete, Morales, Ribalta, Ribera, Puga, Zurbarán, Vicente López, etc.); el mobiliario recrea el ambiente de las reducidas salas. El palacio García Flórez custodia estatuas del Pórtico de la Gloria, una nutrida colección de azabaches compostelanos y recuerdos de la peregrinación, cerámica de Sargadelos, un repertorio de dibujos, grabados y pinturas de Castelao, y las salas navales, entre las que se reproduce el camarote del almirante Méndez Núñez en la Numancia. El Sarmiento (visita sólo en días laborables) está especializado en la pintura y escultura gallega contemporánea; son destacables su claustro y la escalinata.
Junto a esta sede, residencia que fue del Padre Isla, se alza la iglesia de San Bartolomé, costeada por los marqueses de Aranda, Guimarei y don Jorge de Andrade. Sus blasones lucen en la gran fachada barroca jesuítica con columnas de orden colosal entres las que se abren ventanas y hornacinas con santos (siglo XVI). Tras una saliente cornisa, el segundo cuerpo se remata con torre y frontón.
En el interior pueden contemplarse una Magdalena de Gregorio Fernández y un San Antonio Abad del portugués Benito Silveira. Si seguimos esta vía y salimos del casco antiguo, llegaremos al convento de Santa Clara. La iglesia de una nave y ábside poligonal muestra una puerta decorada con un sintético Juicio Final. El retablo mayor es churrigueresco.
Desde el museo podemos recalar en las animadas plazas da Estrela y da Ferraría, espacios peatonales donde tienen asiento las terrazas de los cafés. En la primera vemos el neoclásico pazo de los Barbeito, por sus bustos popularmente conocido como Casa das Caras. La Ferraría, cerrada en el pasado para los toros, ofrece un heterógeneo muestrario de arquitectura que va del siglo XV al XX, y se prolonga por la agradable rúa dos Soportáis.
La iglesia de San Francisco* ocupa un lateral en lo alto. Cree la tradición que la fundó el pobre de Asís en persona cuando iba como peregrino a Santiago. En su sencilla fachada con torre, un rosetón vierte luz hacia la larga nave (más de 100 m.). La planta cuenta con crucero y triple cabecera de ábsides poligonales, y su obra es fechable entre finales del XIII y el XIV, aunque a partir de esta centuria y hasta el XVII se abrieron en ella varias capilas de carácter funerario. De los enterramientos cabe reseñar el del guerrero y trovador Paio Gómez Chariño. Sobre lo que fue convento se construyó la delegación de hacienda, empotrándole la antigua puerta urbana de Santo Domingo.
Los jardines de Casto Sampedro, que separan convento y plaza, acogen hoy la fonte da Ferraría, que según la canción, "da de beber a quen pasa". Ambrosio de Morales ya había elogiado este surtidor renacentista, obra del luso Juan López y del santiagués Domingo Fernández. Desde la plaza se divisa el coqueto santuario de la Peregrina*, abrumado por los altos y modernos edificios del fondo. El templo de la patrona de Pontevedra es medio barroco, medio neoclásico, con planta centralizada en forma de venera, diseñado por Antonio Souto (1778). La obra fue pagada por la cofradía de Nuestra Señora del Refugio y Divina Peregrina. Una fuente da paso a un atrio en el que se abre la graciosa fachada convexa. En sus nichos figuran el apóstol Santiago, la Virgen y San Roque, todos vestidos de peregrinos jacobeos, protectores de los romeros que iban a Compostela por esta ruta llamada portuguesa. En el remate, la Fe ocupa el frontón partido entre las dos torres gemelas. Los entrepaños fueron de nuevo pintados de blanco en la última restauración. En el reducido interior, cubierto por cúpula con linterna y cupulino, los altares son neoclásicos. el central muestra a la titular con ricos ropajes de romera y otro a la Sagrada Familia en su huida a Egipto. La concha gigante usada como aguabenditero es un regalo de Casto Méndez Núñez.
En la zona nueva se merece una visita el Centro Cultural Caixa Galicia (praza de San Xosé), instalado en un edificio modernista de 1903. Junto al café de tertulias, rehabilitado por Álvaro Siza, se encuentra la sala de actos, decorada con tres lienzos mitológicos de Carlos Sobrino (1914); a Laxeiro pertenece el mural titulado El manantial de la vida (1940). A su lado, en un edificio de 1944 acondicionado por el arquitecto pontevedrés César Portela, está el Centro Cultural Caixanova.
Junto a esta sede, residencia que fue del Padre Isla, se alza la iglesia de San Bartolomé, costeada por los marqueses de Aranda, Guimarei y don Jorge de Andrade. Sus blasones lucen en la gran fachada barroca jesuítica con columnas de orden colosal entres las que se abren ventanas y hornacinas con santos (siglo XVI). Tras una saliente cornisa, el segundo cuerpo se remata con torre y frontón.
En el interior pueden contemplarse una Magdalena de Gregorio Fernández y un San Antonio Abad del portugués Benito Silveira. Si seguimos esta vía y salimos del casco antiguo, llegaremos al convento de Santa Clara. La iglesia de una nave y ábside poligonal muestra una puerta decorada con un sintético Juicio Final. El retablo mayor es churrigueresco.
Desde el museo podemos recalar en las animadas plazas da Estrela y da Ferraría, espacios peatonales donde tienen asiento las terrazas de los cafés. En la primera vemos el neoclásico pazo de los Barbeito, por sus bustos popularmente conocido como Casa das Caras. La Ferraría, cerrada en el pasado para los toros, ofrece un heterógeneo muestrario de arquitectura que va del siglo XV al XX, y se prolonga por la agradable rúa dos Soportáis.
La iglesia de San Francisco* ocupa un lateral en lo alto. Cree la tradición que la fundó el pobre de Asís en persona cuando iba como peregrino a Santiago. En su sencilla fachada con torre, un rosetón vierte luz hacia la larga nave (más de 100 m.). La planta cuenta con crucero y triple cabecera de ábsides poligonales, y su obra es fechable entre finales del XIII y el XIV, aunque a partir de esta centuria y hasta el XVII se abrieron en ella varias capilas de carácter funerario. De los enterramientos cabe reseñar el del guerrero y trovador Paio Gómez Chariño. Sobre lo que fue convento se construyó la delegación de hacienda, empotrándole la antigua puerta urbana de Santo Domingo.
Los jardines de Casto Sampedro, que separan convento y plaza, acogen hoy la fonte da Ferraría, que según la canción, "da de beber a quen pasa". Ambrosio de Morales ya había elogiado este surtidor renacentista, obra del luso Juan López y del santiagués Domingo Fernández. Desde la plaza se divisa el coqueto santuario de la Peregrina*, abrumado por los altos y modernos edificios del fondo. El templo de la patrona de Pontevedra es medio barroco, medio neoclásico, con planta centralizada en forma de venera, diseñado por Antonio Souto (1778). La obra fue pagada por la cofradía de Nuestra Señora del Refugio y Divina Peregrina. Una fuente da paso a un atrio en el que se abre la graciosa fachada convexa. En sus nichos figuran el apóstol Santiago, la Virgen y San Roque, todos vestidos de peregrinos jacobeos, protectores de los romeros que iban a Compostela por esta ruta llamada portuguesa. En el remate, la Fe ocupa el frontón partido entre las dos torres gemelas. Los entrepaños fueron de nuevo pintados de blanco en la última restauración. En el reducido interior, cubierto por cúpula con linterna y cupulino, los altares son neoclásicos. el central muestra a la titular con ricos ropajes de romera y otro a la Sagrada Familia en su huida a Egipto. La concha gigante usada como aguabenditero es un regalo de Casto Méndez Núñez.
En la zona nueva se merece una visita el Centro Cultural Caixa Galicia (praza de San Xosé), instalado en un edificio modernista de 1903. Junto al café de tertulias, rehabilitado por Álvaro Siza, se encuentra la sala de actos, decorada con tres lienzos mitológicos de Carlos Sobrino (1914); a Laxeiro pertenece el mural titulado El manantial de la vida (1940). A su lado, en un edificio de 1944 acondicionado por el arquitecto pontevedrés César Portela, está el Centro Cultural Caixanova.
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